Una de mis tareas dentro de la industria de la indumentaria es hacer patronaje, para mi propia marca y para otras, y a lo largo de los años de desarrollar este oficio me di cuenta que no solamente el trabajo queda en una motricidad manual. Para explicar mejor esto me gustaría empezar hablando sobre las emociones. Así es, esas cosas raras que a veces sentimos en nuestro cuerpo o en nuestra mente, quién sabe dónde más también cuando nos pasan cosas en distintos contextos. Sobre todo las emociones que podemos percibir, que se nos despiertan a la hora de trabajar un molde o varios moldes, en ese momento de tener mucho trabajo acumulado, u otras veces uno sólo pero que nos enfrenta a un gran desafío. Ese panorama nos genera sensaciones que es mejor, considero yo, ponerle nombre y expresarlo. Es una estrategia personal, íntima, para con uno mismo que nos ayuda a liberar tensiones, a bajar los perros como diría mi maestra de taichi.
Yo suelo hacer un ejercicio que es bastante simple; primero me encargo de pararme en frente de mis tareas, del trabajo en sí y trato de percibir, en lo posible en silencio, qué siento en ese momento. Cómo está mi cuerpo, como estoy respirando, si hay algo de mi cuerpo que se está moviendo, o si estoy totalmente quieto. Es importante percibir el cuerpo porque por lo general siempre refleja lo que sentimos. Por ejemplo músculos que se nos tensionan, movimientos en loop o tics, malas posturas, etc. Cuando me concentro con mi cuerpo es más fácil percibir qué pasa en mi mente cuando identifico el estado de éste y entonces puedo ponerle palabras…le pongo nombre a las emociones. Si es posible busco un sólo nombre, uno que represente la mayoría de las sensaciones que percibo. Por ejemplo, ansiedad, miedo, frustración, pánico, motivación, éxtasis, ilusión, confusión, desgano, etc. El hecho de ponerle nombre a una emoción, esa que más pesa, nos ayuda a ver la realidad, y viendo la realidad podemos buscar una solución si queremos cambiarla. Ese es el secreto, el primer paso para encarar un trabajo cuando aún no tenemos la experiencia suficiente como para automatizarlo.
Por otro lado, he percibido que los trabajos que combinan técnica con creatividad suelen ponernos en un estado, digamos así, de conflicto. Porque la idea creativa es libre y se niega a atarse a una técnica, que al contrario es estricta y a veces le pide cambios en las ideas para poder materializarse. Los conflictos ocurren cuando hay dos partes y ambas tiran para distintos lados, opuestos. En este caso, los modelistas/diseñadores somos los mediadores entre esas dos fuerzas, fuerzas que son nuestras, propias y que ninguna debería cancelar a su opuesta.
Esta manera de ver las cosas surge de una experiencia personal en la cual me vi inmovilizado sin avanzar con mis ideas. Al principio pensé que podía tratarse de un agotamiento creativo y eso me perturbaba demasiado, hasta que un día decidí soltarlo. Me estaba exigiendo demasiado esfuerzo lograr ese objetivo y dije; quizás es un objetivo que no tengo que resolver yo, quizás no tengo que hacer esto. Entonces decidí salir a caminar y en vez de sentarme con mis herramientas a querer resolverlo me alistaba y salía a patear las calles pensando en por qué me trababa tanto. Cuando pasaron unas semanas de este ejercicio que casi se daba todos los días, decidí compartir mi pesar con amigos, colegas y fue así cuando la información que necesitaba llegó. Pude deducir que se trataba del conflicto.
El concepto de "conflicto" no lo tenía formulado y por ende no lo podía identificar en mí. Yo, parado en frente de mi trabajo entraba en un mood, una emoción o sensación que me detenía. No podía ver que había que resolver las direcciones opuestas y entrecruzadas que tenía mi diseño. Una idea vs. una materialización, no imposibles, si no opuestas, que se alejaban tanto como podían una de la otra, una dupla que básicamente, y aunque suene dramático, habían nacido para no estar unidas. Esa sensación fue algo fuerte, confieso, al punto que me emocionó casi hasta las lágrimas, probablemente porque también produjo una revelación aún más profunda, una analogía con otros aspectos sensibles de mi vida. Estaba en frente de una decisión de separación. Tenía que decidir una idea o la otra. Poner a prueba cuál de las dos era más compatible con mi búsqueda creativa e ir por esa. Hacerlo me liberó, sobre todo de pensar negativamente sobre mí. Yo no era el problema, no se me había acabado la creatividad ni mis capacidades. Sólo había puesto a jugar dos universos paralelos que nunca iban a conectarse y la gran misión fue optar por uno. Todo lo demás fue enfoque.
El enfoque, el hecho de focalizar o poner foco, es el paso siguiente; Una vez que identifico mi emoción y le doy su nombre, se da casi naturalmente el hecho de que puedo enfocar mi mente, mi concentración para organizar mis tareas, para priorizarlas y empezar a realizarlas. Enfocar no es sólo mirar el objetivo final, enfocar es ver también el paso a paso, algo así como ver una línea de tiempo que me permite llegar a mi objetivo. Es como ver el punto rojo en google maps y también ver las cuadras que debo andar para llegar a él.
...En breve 2da parte.
:)